Una de las cosas buenas que está teniendo este confinamiento (sí, lo sé, nos cuesta verlo pero tiene cosas positivas) es que mi ventana, me ha permitido conocer mi vecindario.
No os hablo sólo de los vecinos que tengo al lado, que estos dijéramos que ya los conocía, sino también los del bloque de enfrente y los del final de la calle. Pero lo mejor es que, todo lo que me han enseñado son cosas positivas, que estos días se agradecen mucho y que me gustaría compartir con vosotros y vosotras.
Lo primero que descubrí, es que justo enfrente también viven niños. Lo vieron mis pequeños cuando una mañana en levantar la ventana me llamaron -¡Mamá, mamá mira! – y es que los cristales de la ventana aparecieron pintados de muchos colores para hacer un Arco Iris, con todo de mensajes positivos. A las criaturas les ayuda mucho estos días ver que no están solos, que hay otros niños y niñas como ellos que se han quedado en casa para combatir al coronavirus.
Pero el mejor descubrimiento fue saber que tengo unos vecinos, al final de la calle, que no dejarán que nuestro vecindario se quede hundido en un sofá. ¿Qué hacen? Pues cada tarde ponen los altavoces en el balcón, que ya tienen todo lleno de globos, y vestidos con pelucas e indumentaria que seguro guardaban de carnaval, nos amenizan con canciones alegres que hacen salir a todos a bailar. No o podéis imaginar lo que es ver, gente joven, padres, niños, niñas y sobre todo ancianos, siguiendo el ritmo de la música, ahora brazos arriba, ahora culo atrás, ahora hacemos un salto y así compartimos nuestro momento de vecindario «rumbero», que será aún mejor cuando podamos estar unos junto a otros para comentar las mejoras coreografías.
Por último lo que descubrí fue que tenemos unos voluntarios geniales, que están a nuestro lado y que nos ayudarán a no desfallecer. Así el pasado domingo, mientras los vecinos ponían los altavoces apunto y se vestían para la ocasión, la música del Amparito empezó a oírse de fondo, era un coche de protección civil con los altavoces a todo volumen para que todos lo pudiéramos oír. Cuando estuvieron en plena calle bajaron dos personas del coche con mascarilla y guantes. Me pensé que habrían visto algo, pero no, se pusieron a aplaudirnos y saludar a todo el vecindario, sobre todo a los pisos donde veían que teníamos niños pequeños. Es uno de los momentos bonitos que guardaré como recuerdo de estos días, que tantas veces son grises y tristes, pero que gracias a todas estas personas, se hacen mucho más soportables.
Gracias a todos y todas por ser como sois, con gente así está claro que …. ¡TODO SALDRÁ BIEN!