En la anterior entrada en el blog os hablábamos de nuevas oportunidades para hacer las cosas bien, de intentar sacar cosas positivas de este confinamiento. Hoy os queremos hacer una reflexión de cómo estamos haciendo las cosas, en base a la salida de los pequeños de casa, que permite una hora diaria en la calle.
Hay que ser realistas, hasta ahora, si no hemos salido es porque no nos han dejado. Llevamos seis semanas de confinamiento y ha sido difícil, pero la desescaldada no será más fácil. Hasta ahora el mundo sanitario ha llevado a los hombros, el peso de la responsabilidad de mantener el coronavirus a raya, ahora nos toca compartir esta responsabilidad, y si salimos a las ocho en los balcones a aplaudir, ahora es cuando tenemos que demostrar que somos capaces de actuar de manera responsable, para frenar la transmisión del virus.
Este domingo todo estaba preparado, mascarillas para toda la familia, e ilusión máxima para pisar la calle, junto a las advertencias de que no salíamos para ir al parque, y que si encontrábamos algún compañero de clase, no lo podríamos abrazar ni ir a jugar.
Es verdad que encontramos muchas familias que hacían todo lo que se había pedido, mascarilla si se podía, mantener las distancias y evitar que las niños se juntaran. Pero otros no, y no se trataba de que los niños intentaran marchar, o forzaran situaciones que podríamos considerar peligrosas para la transmisión del virus, sino que eran los adultos los que transgredían las normas. Grupos de padres sentados charlando sin mascarilla, niños en bicicleta en medio de la cera sin que los adultos les dijeran nada, diferentes familias paseando juntas, mientras explicaban cómo estaba yendo todo con la mascarilla puesta como diadema, etc.
No es una situación fácil, estamos haciendo un aprendizaje global y social que muchas veces es difícil de asimilar, y sería injusto centrarnos sólo en los que no lo están haciendo bien, porque no son el reflejo de la realidad que vivimos, pero tampoco podemos excusarnos en que es una situación nueva, nunca vivida y que la sociedad no sabe cómo debe actuar.
Todo esto acabará, pero depende de nosotros que la desescalada pueda ser gradual o que tengamos que volver atrás. Ahora más que nunca tenemos que entender que lo que hacemos entre todos, marcará la evolución de esta epidemia, que el futuro de la sociedad está en nuestras manos.